Autores: Angelino de Blanco María Cristina, Febres Balestrini Freddy, Molina Vilchez Rafael
En el principio fue la morfología… En 1721, Vallisneri en Italia, describió una paciente infértil y moderadamente obesa, con ovarios agrandados, blanquecinos y brillantes, que parecían huevos de paloma. En Francia, Chereau llamó a ese tipo de ovarios “testículos femeninos”. Una serie clínica fue publicada en 1935, cuando Irving Stein y Michael Leventhal describieron la coexistencia de amenorrea y ovarios aumentados de volumen con múltiples quistes foliculares, en un contexto clínico que, además de la anomalía menstrual, incluida infertilidad, hirsutismo y, menos consistentemente, escaso desarrollo mamario y obesidad. Publicaron sobre siete pacientes, y destacaron el valor diagnóstico de la neumopelvigrafía, así como los resultados positivos: normalización menstrual en todos y embarazo en dos, logrados con la resección en cuña de la corteza ovárica. Imaginaron que los quistes y la albugínea endrosada impedían la maduración folicular total y el acceso a la superficie; por lo que, un folículo podría romperse dentro de la gónada, hacia un quiste adyacente, lo que explica por esto último, la presencia de cuerpos amarillos. Quitar la corteza de aquellos ovarios grandes, listos, con blancura de perla, les pareció la respuesta lógica. No imaginaron la magnitud del impacto futuro de sus observaciones; pero sentaron las bases de lo que Joe V. Meigs llamaría, en 1949, “Síndrome de Stein y Leventhal” (SSL) y, con ello, abrieron para la medicina una discusión que no ha concluido 71 años después. El libro de Víctor Benaím Pinto, en el que se destaca el valor diagnóstico de la laparoscopia y se hace la observación del excesivo número de folículos funcionales, es un valioso testimonio de esta etapa.
2008-01-24 | 2,164 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 5 Núm.3. Septiembre 2007 Pags. 5-8 Rev Venez Endocrinol Metabol 2007; 5(3)