La única certeza que tenemos en la vida es que algún día habremos de morir. Lo que aminora la angustia por ese destino ineludible es que no sabemos cuándo llegará el momento. Para los enfermos terminales no existe esa especie de inconsciencia sobre el futuro, ellos saben que su partida está próxima. ¿Es una prerrogativa o una desventaja conocer la distancia que queda entre el vivir y el morir? Sin duda una enfermedad terminal es, ante todo, la anticipación del dolor que se presentará tras la pérdida. El enfermo terminal tendrá la oportunidad de despedirse de sus seres más cercanos, los más amados, de poner en orden los últimos arreglos prácticos, como un testamento, reconciliarse con quien hubiera tenido riñas, desaguisados, en fin, cosas que para quien se enfrente a una muerte repentina no podría hacer. Pero la certeza de la muerte trae consigo mucho más que eso. Transforma lo que le queda de existencia al enfermo y trastoca profundamente la unidad familiar, incluso puede resquebrajarla desde el momento del diagnóstico.
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2004-05-24 | 1,075 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 2 Núm.10. Abril 2004 Pags. . Dol Clin Ter 2004; II(10)