Autor: Pimentel Montes Rodolfo
¡Tenemos tanto! Apenas ayer, 1847, se improvisaba un convento, con tablones arrancados de un redondel, el lugar para atender a los enfermos heridos en Chapultepec, Padierna y Churubusco. Ahora, el Hospital Juárez es una monumental construcción para 400 camas, con todos los servicios médico administrativos y con las instalaciones del más alto nivel. Fue casi increíble que el Dr. José Ma. Barceló y Villagrán en 1857, realizara una operación tan rara y atrevida: un ano artificial en la región inguinal izquierda. Y ahora, solo por mencionar algo, se efectúa cirugía de corazón abierto; microcirugía cerebral y otológica; cirugía laparoscópica; trasplantes renales; cirugía con rayos láser, criocirugía, facoemulsificación, vitrectomía, trasplantes corneales; cirugía artroscópica y mucho más. El cloroformo se usó como anestésico general en el Hospital Juárez en 1875; y hasta avanzadas décadas de este siglo, aún fue utilizado. En 1910 el Dr. J Guadalupe Gracia García aportó otro recurso para determinados procedimientos quirúrgicos, aplicando por primera vez la raquianestesia con cocaína. Que gran avance cuando en vez de hacer inhalar al paciente los vapores de un anestésico líquido, prácticamente sin dosificación controlada, apareció el ciclopropano; un gas para entonces maravilloso, suministrado a través de un tubo de hule rígido, sin globo inflable, introducido hasta más allá de las cuerdas vocales y «retacando» la boca con una compresa para que no se escapara. Ahora la alta especialización de la anestesiología y el equipo con que se cuenta, permite realizar toda clase de procedimientos con el método más adecuado y seguro para cada caso en particular, aunque se trate de organismos muy quebrantados por el proceso patológico a resolver. ¡Cuánto tenemos! El cirujano y todo el equipo quirúrgico debían luchar para inmovilizar la paciente semidormido. Los cirujanos de abdomen tenían que batallar contra las víceras que tendían a salirse. Apenas, a mediados de este siglo se descubrió el valor del curare como relajante muscular, sustancia ya conocida desde mucho antes, utilizada para dañar a los enemigos. Con esto se acabó la lucha y se abrió el camino hacia los avances actuales en este renglón. En el área diagnóstica, en 1896 se utilizaron por primera vez los rayos X. A cien años de este acontecimiento se siguen empleando; pero ahora, el procedimiento no está solo, lo acompañan la sonografía, la tomografía axial computarizada, el Dopler y todas aquellas técnicas diagnósticas cibernéticas con que contamos. No hace mucho, el único arsenal de cardiología fue el estetoscopio, el baumanómetro y la telerradiografía de tórax. Ahora contamos con electrocardiografía, prueba de esfuerzo, ecocardiografía transesofágica, Holter y las avanzadas técnicas hemodinámicas utilizadas hoy en día. Todavía en las tres o cuatro primeras décadas de este siglo, se preparaban «sueros» en la farmacia del Hospital; se esterilizaban en autoclave 1000 cc de agua destilada en un frasco reusable a los que se habían agregado 50 g de glucosa o 9 g de cloruro de sodio según el caso. Cuanta distancia existe en tan poco tiempo, con los preparados coloides y cristaloides, para ser aplicados por venoclisis. En 1940, textualmente dice el trabajo de un autor: «En el niño desde pocos días de nacido hasta aproximadamente tres años de edad, nunca utilicé anticoagulantes para practicar las transfusiones; las practiqué empleando jeringas de 20 cc, una sola; si era necesario 40 cc, dos jeringas; si cien, cico. Una persona un poco familiarizada con estos asuntos extrae la sangre del donador y se la pasa al transfusor para que éste la aplique. En el adulto o anciano siempre he empleado el sistema directo con “aparato de Santrans”. Cuanta diferencia hay desde entonces, a las instalaciones y conocimientos avanzados como la aféresis, utilizados en la actualidad». Sería interminable equiparar el ayer de hace apenas unos cuantos años, con el presente colmado de recursos técnicos para diagnóstico, tratamiento e investigación. Como hasta ahora, no dejemos de considerar que la clínica sigue y seguirá siendo valiosa; continuemos acrecentando el ahínco, magnimizando la responsabilidad y empleando con razonamiento todo lo que poseemos. ¡Tenemos tanto! Dr. Rodolfo Pimentel Montes
2004-06-28 | 1,493 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 63 Núm.3. Julio-Septiembre 1996 Pags. 48 Rev Hosp Jua Mex 1996; 63(3)