Autores: Drucker Colín René, Pino Farías Angélica
Mientras el mundo camina hacia una sociedad basada en el conocimiento que produce la ciencia y la tecnología, es decir, hacia una sociedad mejor informada, mejor educada y por tanto capaz de decisiones pertinentes para los sujetos y sus colectividades, México opta por olvidarse de invertir de forma creciente y contundente en estos ámbitos. La anterior afirmación se sustenta en lo expresado en las campañas políticas del 2006, en las que quedaron olvidados varios temas trascendentales, entre ellos: la política de Estado para la ciencia y la tecnología. Este olvido es en extremo preocupante, porque da cuenta que a todos los partidos y a todos los candidatos se les extravió de la memoria una vía de desarrollo económico y social de éxito probado en diversos países. Este asunto atañe directamente a la medicina y sus actores: sus estudiantes, las universidades que los cobijan, a los investigadores que con sus búsquedas apoyan novedosas formas de cura, pues seguirán contando con escasos y decrecientes recursos. Pero esto también afecta a la ciudadanía en general, porque los beneficios que la ciencia y en particular los que la medicina les ofrece, seguirán siendo menospreciados por el Estado y su impacto social retrasado, pese a las urgentes necesidades. Países que vivieron graves crisis económicas, cuando se encaminaron a enfrentarlas con base en la capacidad intelectual de sus habitantes, es decir, apoyándose en la ciencia y la tecnología, no solo salieron del problema, además, construyeron nuevas formas de operar, novedosos pactos sociales, innovadores formas de organizar el trabajo y la producción, entre otros. La capacidad intelectual de un país está en sus científicos, tanto “duros” como sociales, así como en los especialistas en las humanidades. De ahí que la educación, en todos los niveles, sea clave en esta opción de sociedad.
2006-08-24 | 1,043 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 2 Núm.12. Febrero-Abril 2006 Pags. 3-4 Bol Med UAS 2006; 2(12)