Autor: Carballo Junco José Antonio
Recientemente, la ciencia que estudia la salud pública y su relación con el medio ambiente ha tomado nota de ciertos productos químicos que, una vez liberados en el entorno, son capaces de interrumpir los sistemas endocrinos de los seres humanos y de la fauna, causando efectos adversos para la salud. Abundantes en la literatura médica, los estudios realizados sugieren que la exposición a estos productos potencialmente afecta al sistema reproductivo, así como a otros sistemas biológicos vitales. Entre ellos se encuentran las sustancias persistentes, bioacumulativas y organohalógenas que incluyen algunos pesticidas y plaguicidas, así como sustancias químicas industriales, diversos productos sintéticos y algunos metales pesados. Muchos productos químicos sintéticos y compuestos vegetales naturales, que son de uso común, pueden interferir con el sistema endocrino y alterarlo. Al hablar de los mecanismos endocrinos de acción, se debe comprender que el sistema actual da por supuesto que las sustancias químicas son inocentes hasta que se pruebe lo contrario. El peso de la prueba debe actuar de modo contrario, porque el enfoque actual, la presunción de inocencia, una y otra vez ha hecho enfermar a las personas y ha dañado a los ecosistemas. Dicho sistema está formado por glándulas productoras de hormonas que ayudan a dirigir el desarrollo, el crecimiento, la reproducción y el comportamiento de personas y animales. Los alteradores pueden interferir con este sistema, bloqueando o neutralizando acciones hormonales. Entre las sustancias químicas de efectos disruptores sobre el sistema endocrino figuran: 1. Las dioxinas y los furanos, que se generan en la producción de cloro y compuestos clorados, como el cloruro de polivinilo (PVC) o los plaguicidas organoclorados, el blanqueo con cloro de la pasta de papel y la incineración de residuos; y los pentaclorobencenos (PCB), prohibidos en la actualidad. Las concentraciones en tejidos humanos han permanecido constantes en los últimos años, aun cuando la mayoría de los países industrializados pusieron fin a la producción de PCB hace más de una década, porque dos tercios de los producidos en todas las épocas continúan en uso en transformadores y otros equipos eléctricos, y por consiguiente, pueden ser objeto de liberación accidental. A medida que van ascendiendo en la cadena alimentaria, la concentración de PCB en los tejidos animales puede aumentar hasta 25 millones de veces.
2007-06-29 | 1,382 visitas | 5 valoraciones
Vol. 3 Núm.34. Mayo 2007 Pags. 20-21 Odont Moder 2007; 3(34)