Autor: Rodríguez Maricarmen
Los seres humanos nacemos condicionados para respirar por la nariz y alimentarnos por la boca. Al romperse este mecanismo fisiológico se afecta el crecimiento y desarrollo no sólo facial, sino general. Por tanto, la respiración bucal se considera normal sólo cuando se realiza bajo esfuerzos físicos muy grandes y se le considera relevante cuando algunos niños manifiestan conductas inadecuadas respiratorias que afectan el normal desarrollo bucodental. Si los hábitos negativos persisten, crean casos graves de maloclusión que afectan de manera estética, funcional y psíquica al niño. Los efectos inmediatos de la respiración bucal consisten en la introducción de aire frío, seco y cargado de polvo en la boca y la faringe. Se pierden las funciones de calentamiento, humidificación y filtrado del aire que acompañan a la respiración nasal, con el consiguiente incremento de la irritación de la mucosa faríngea, siendo pobre la cantidad de oxígeno que pasa a la sangre. En estos niños se observa ligera anemia, hipoglobulinemia y ligera leucocitosis, pérdida de expansión normal de sus pulmones, déficit de peso y a menudo, tórax aplanado. En el aparato circulatorio se presentan trastornos funcionales, palpitaciones, soplos y variaciones de la tensión arterial, así como disminución de la capacidad intelectual, alteración de la audición, el olfato y el gusto. Además, son personas que producen repetidas adenoiditis y faringitis agudas o crónicas, y es de señalar la asociación de estos pacientes con la escoliosis y el pie plano. Los efectos a largo plazo de la respiración bucal en el macizo nasomaxilar son más complejos y de mayor alcance, pues desde que se abre la boca, la lengua desciende y pierde contacto con el maxilar superior, lo que influye en el crecimiento de éste, la tensión de los músculos varía produciendo una serie de alteraciones en su función que incide en la postura de la mandíbula y de la cadena muscular postural del individuo.
2010-05-17 | 1,473 visitas | 2 valoraciones
Vol. 6 Núm.70. Mayo 2010 Pags. 8-9 Odont Moder 2010; 6(70)