Autores: Cansino Vega Rafael Antonio, Figueroa Angulo María Guadalupe
Las malformaciones congénitas del sistema nervioso central ocupan el segundo lugar dentro de las malformaciones congénitas, sólo superadas por las malformaciones cardiacas. Se considera que hay hidrocefalia cuando hay acumulación de líquido cefalorraquídeo en el espacio ventricular. En Latinoamérica las causas de hidrocefalia más comunes están ligadas al mal control prenatal y a la sepsis neonatal, con meningitis y ventriculitis, produciendo hidrocefalia como consecuencia de daño en el sistema de drenaje del líquido cefalorraquídeo (LCR). Para el tratamiento de la hidrocefalia existe tanto el tratamiento quirúrgico como el farmacológico, siendo el quirúrgico el de elección. Dentro de las modalidades quirúrgicos se encuentran la ventriculostomía y los sistemas de derivación ventricular o DV. Siendo lo más común la aplicación de una Válvula de Derivación Ventrículo Peritoneal. Dentro del cuerpo humano, la DV puede ser reconocida por la respuesta biológica como un cuerpo extraño, generando reacciones adversas, siendo sus manifestaciones desde la simple infección local en alguna zona de la VD hasta reacciones más graves y que pueden dejar secuelas graves al paciente. Pero no solamente el reconocimiento por parte del sistema inmune de la válvula de derivación ventrículo peritoneal afecta en la alteración de la funcionalidad de la válvula, las infecciones por agentes infecciosos tiene una alta incidencia. Además de la complicación con agentes infecciosos, existen dos formas más de complicación de los sistemas DV: alteración mecánica, alteración funcional. El pronóstico de hidrocefalia no tratada es malo. Cuando se recibe el tratamiento adecuado, los niños puede llegar a la edad escolar y el 60% de ellos asiste a la escuela regular.
Palabras clave: Hidrocefalia derivación ventrículo peritoneal válvulas hipertensión intracranial.
2010-11-03 | 5,258 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 2 Núm.1. Julio-Septiembre 2010 Pags. 15-22 Rev Med MD 2010; 2(1)