Estar gordito ha pasado de ser sólo un atributo, con el que hace algunos años se describía el fenotipo de algunas pocas personas, a ser un verdadero problema de salud; no porque antes fuera menos nocivo; más bien, no era reconocido como enfermedad sino como el resultado de comer excesivamente e, incluso, como sinónimo “de buena vida”. La obesidad debe considerarse no sólo como una enfermedad distinguida por aumento de peso corporal (por exceso de grasa acumulada en el tejido adiposo y menor cantidad de tejido muscular y masa ósea) sino como una enfermedad metabólica e inflamatoria, de curso crónico, multifactorial y de gran repercusión en la salud pública; la obesidad infantil ha aumentado con tal intensidad que se ha convertido en una pandemia que no respeta razas, credos ni edades. México no se escapa de dicha amenaza, lo cual quedó demostrado en las Encuestas Nacionales de Salud. Es por ello que los estudios de la composición corporal en el periodo neonatal comienzan a tener importancia. La alimentación durante el primer año de vida resulta crucial, ya que la ganancia ponderal exagerada durante ese periodo repercute en sobrepeso en etapas posteriores. Las diversas intervenciones y medidas de prevención y tratamiento para combatir el sobrepeso y la obesidad infantil ofrecen resultados limitados debido a que no han dado el resultado esperado. Más aún, da la impresión (ante los esfuerzos regionales, estatales y nacionales para disminuir el sobrepeso y la obesidad infantil) de que en diversas partes del mundo aparecen múltiples barreras: padres y niños sin motivación, familias que consumen comida rápida, mucho tiempo viendo el televisor y poca disposición para hacer ejercicio, además de escaso conocimiento sobre el tema.
2012-04-23 | 790 visitas | Evalua este artículo 0 valoraciones
Vol. 17 Núm.1. Enero-Marzo 2012 Pags. 1-2 Rev Esp Med Quir 2012; 17(1)